viernes, 9 de octubre de 2009

Cuando la muerte redime y la vida condena


La vida y la muerte no solamente constituyen el principio y el fin de los seres vivos, sino que las tenemos conviviendo al lado nuestro todos los días, sin terminar de vivir o morir definitivamente.
Mientras tanto aquí saltando de un lugar a otro y tratando de meter más dinero al bolsillo que nuestro vecino, tristemente esperamos el turno para la visita de la parca.

Perdiendo esta perspectiva los miserables habitantes de este planeta se agrupan en territorios que llaman naciones, demarcando esos territorios como suyos. Así inventaron las guerras, unos por conquistar y otros los más débiles siempre, por defenderse.

En esto de morir en las guerras los hombres pusieron en el más alto pináculo, a los que morían en defensa de los sagrados intereses de la patria. Condenaban a los que sobrevivian o a la gloria del triunfo, o a la esclavitud y el deshonor de la derrota.
Los condenados a la gloria casi siempre llegaron a ocupar el sitial de líderes y muchas veces hasta de reyes, emperadores y hasta de presidentes de la república.
Por ello los que murieron en batalla siempre serán benditos, más aquellos héroes que llegaron a ser conductores de sus patrias muchas veces cayeron en desgracia, y de héroes pasaron a ser villanos, y entonces la historia que los hubiere bendecido de morir en batalla, los degrada definitivamente.


Algo de esta historia es lo que toca a los héroes peruanos de la Guerra del Pacífico

Los que murieron en defensa de la patria son alabados hasta el delirio, llamense Miguel Grau con su burguesa figura, el Huáscar y su tripulación más inglesa que peruana. los barcos comprados en europa venían con tripulación incluida, pues los connacionales no podrían dominar. En los mares se escribió la página más bella y heroica, y también más interesadamente promocionada por nuestras élites
Franciso Bolognesi su veterana figura y sus soldados que heroicamente prefirieron defender lo indefendible a rendir la plaza de Arica. No había otra salida ni por mar que había quedado desguarnecido, ni por tierra pues no existían vías de comunicación en esas comarcas abandonadas del país. Su suerte así echada los encumbró vía la muerte, a la gloria.


Pero hubo un héroe que no moría. Triunfador en Tarapaca, retrocedió en forma prudente, estuvo en el Alto de la Alianza y seguía replegando sus líneas hasta llegar a Lima. Los arequipeños, de otra parte ni se enteraban que el Perú estaba en guerra, por eso son considerados como la República de Arequipa, por eso de repu...blica.

El mitológico guerrero estuvo en cuanta batalla dieron los peruanos ante el invasor ejercito chileno. No se rindió en Lima y San Juan de Miraflores, se parapetó más bien en las breñas de nuestra serranía, desde donde organizara la primera guerra de guerrillas en que participaran indígenas sin ningún sentido de patria, solamente aglomerados alrededor de este titán de los Andes.
Comandaba indios que infligían duros golpes a las ya sufridas tropas chilenas que jamás pudieron doblegar su resistencia. El parlamente chileno incomodo con esta resistencia presionaba por la vida de sus tropas, pidiendo terminar de una vez con la ocupación, y el cese de las expediciones al interior del país. La situación era insostenible para los chilenos a pesar de contar en todo momento con el colaboracionismo de los pudientes, comerciantes y hacendados del Perú, algo así como la actual Sociedad Nacional de Industrias, Adex, Conaco o Confiep.

El avance de las tropas guerrilleras del Brujo Cáceres llevaba no sólo la expulsión del invasor sino también un fondo revindicatorio social, despojando a los colaboracionistas de sus riquezas dividiendolas entre las familias indígenas.
Estas medidas eran mal vistas en Lima, y ante la inminente llegada del brujo de los andes, se apresuran a firmar el entreguista Tratado de Ancón, y en este punto no vale recordar quien lo firmó, pues fue la clase rica de Lima y sus representantes militares los que la historia debe condenar sempiternamente.

Luego los laureles de la victoria volverían al Brujo de los Andes a su realidad social, llegando a ser presidente del Pérú en dos oportunidades, llegándose a afirmar que enriqueció a costas de las arcas estatales y finalmente la historia escrita por sus genes vascos y burgueses superaría a aquella otra de leyenda que su valentía y arrojo escribiera al lado de sus indios guerrilleros.


por eso escribo así, cuando la muerte redime y la vida condena.


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