Ya todo se ha dicho en la campaña de segunda vuelta. Se ha repartido insultos hasta con ventilador, tal vez de una parte más que de la otra. Acusaciones contra Keiko sobre todo por la segunda etapa del gobierno de su padre, porque de la primera la historia, todo lo contrario, lo releva y hasta le empina. Acusaciones también de asesinato con responsabilidad directa contra el llamado Capitán Carlos en el poblado de Madre Mía. Es decir todos los trapitos al aire. Sin embargo quedan cosas muy claras y objetivas que resaltar.
En primer término diremos que lo ocurrido durante la década de los 80 y 90 es parte de la historia más dura que le tocara vivir a nuestra patria, cual es el encumbramiento de la actividad subversiva por parte del PCP Sendero Luminoso, la respuesta natural de los gobiernos de Belaúnde y García, donde se cometieran los mayores excesos contra poblaciones indefensas de parte de los dos bandos “beligerantes” a decir del candidato Cmdte. Humala. Luego vendría el acceso al poder de Alberto Fujimori asesorado y financiado directamente por Michael Candesseus, gerente de FMI, quien derrotara al terrorismo con una política diferente que luego sería aplaudida en las urnas por todo el pueblo peruano en 1995, donde el presidente nisei barriera nada menos que con el ex secretario general de la ONU el ilustre embajador Javier Pérez de Cuellar. Esta primera parte de la era Fujimori quedaría así totalmente respaldada por los peruanos. Esa es la historia y así está escrita.
Entonces Keiko Fujimori, como cualquier otro mortal, naturalmente jamás querría parecerse a la parte dictatorial y de corrupción, principalmente desde las fuerzas armadas donde sus altos mandos envanecidos por la victoria ante el terrorismo se creyeran dueños del Perú, peleándose en público por billete coimero como el caso del no habido general Malca Villanueva que le quitó de las manos 14 millones de dólares al mismísimo Montesinos, fue al parlamento y se paseó con la comisión investigadora y se largo del país para nunca saber de él. La mayoría de estos malos vencedores acabarían en la cárcel junto a Fujimori y Montesinos. El espejo donde se mirará Keiko será pues el de la etapa de gloria y no de deshonra, y así lo expresa cuando afirma que no quisiera jamás para sus hijas el infierno que ha vivido ella cargando con las culpas y desaciertos de su padre.
En cambio Ollanta Humala, quien últimamente renunciara hasta de sus raíces Caceristas, con tanto cambio en sus planteamientos ha resultado como un engendro sin identidad, pues ahora no se sabe claramente lo que pregona, si es de izquierda o hacia dónde apunta, “no se quien soy, ni de adónde vengo ni adónde voy” como el vagabundo de aquel bolero, y más bien se viene constituyendo en el personaje de aquel vals que por el amor de la mujer, o de los votos, le dice “…todo lo que tú quieras yo seré” perdiendo totalmente su identidad. Por ello los que nos consideramos de izquierda jamás nos podríamos ver representados en este líder de la nada, porque su probable gobierno significaría el ocaso para el país toda vez que este militar de talla y peso mínimo con sus propuestas de principio de campaña ha desatado tales expectativas que ni el comandante mismo podría satisfacer jamás las exigencias que le plantearán desde el primer minuto las clases pobres y dirigencias obreras del país.
Yo, que desde diversos medios he luchado contra fujimori jamás creí poder votar algún día en su nombre, pero de ninguna manera podemos arriesgar el futuro de la patria. Han sido muy duras estas tres últimas décadas para así hacerlo. Somos millones los ex combatientes que podemos certificarlo.
lunes, 30 de mayo de 2011
miércoles, 26 de enero de 2011
y el muerto, seguirá muriendo?
Cuando hablamos del Perú Profundo nos estamos refiriendo no tanto a nuestras raíces históricas más que a nuestros compatriotas que habitan las inhóspitas altas serranías de nuestra nación.
Allí encontraremos a lo más puro de las etnias quechua y aymara, tan puras que muchas veces no saben siquiera que sus tierras forman parte de este país, y no conocen otra forma de comunicarse que sus propios idiomas, los cuales despreciativamente nuestra real academia los reconoce tan sólo como dialectos.
Estos indígenas viven en las más altas punas no por su propio gusto y placer, no. Transportándonos en el túnel del tiempo vemos que llegaron hasta allí recién en el siglo XVI cuando unos barbados a caballo invadieron sus valles y esclavizaron a sus hermanos y hermanas. Muchos buscaron refugio en las alturas, adonde no le interesaba llegar a aquel blanco y sucio tropel alienígena, pensando seguramente algún día reagrupar sus fuerzas para retornar victoriosos.
Pero el tiempo les jugó una mala pasada pues quisieron ver en las huestes asesinas de Sendero Luminoso y su líder el presidente Gonzalo, el camino justo para poder gritar finalmente Kausachum Revolución. El colofón de esta falsa liberación ya es bastante conocido y nuestros indígenas de ese Perú Profundo terminaron más excluidos y arrinconados que sus antepasados.
Hoy siguen sobreviviendo en la helada puna y tal vez felices pastando sus llamas, como diría el cholo Abanto, pero año a año el frío matando sus niños por miles con el más fiero determinismo holocáustico.
Y qué hacen nuestras autoridades por estos hermanos del Perú Profundo, qué todos nosotros? Les tapamos y atosigamos de frazadas y casacas, pero, al estilo de Vallejo, el muerto abrigado seguirá muriendo, pues la falta de abrigo personal no es precisamente la causa de su desgracia.
En estos años de bonanza minera, donde estúpidamente dejamos escapar miles de millones de dólares que se embolsican las transnacionales, con la anuencia del cojudón óbolo voluntario de nuestro sin brújula globalizado presidente García, tranquilamente podríamos estar asistiendo a estos trejos habitantes de la puna con viviendas adecuadas para soportar las inclemencias, allá más cerca al cielo.
La moderna insulación de paredes, techos y ventanas, usanza normal y hasta obligatoria en las construcciones de países gélidos como nuestra puna, es la única solución para que los niños de estas etnias andinas no sigan trágicamente desapareciendo.
Es obligación de todos, principalmente del gobierno de turno, para con los primeros habitantes de estas tierras que hoy llamamos Perú, el llegar a ellos. No equivocadamente como hasta ahora, donde Alan se queja de que viven muy dispersos y es imposible atenderlos. Hay que llegar a ellos donde están y donde estén brindándoles calidad de vida. Es una histórica deuda para con estos hombres y mujeres que la barbarie de nuestros antepasados españoles, y luego por ser principales víctimas de la fraticida refriega antisubversiva, hoy moralmente estamos obligados a saldar.
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